Calidad o Cantidad de Tiempo
Esto es parte de un artículo escrito por José Vibaeza psicólogo, que responde a diversas preguntas relativas a la cantidad y calidad del tiempo en base a su estudio análisis y experiencia.
Hay una expresión que se ha convertido en dogma en los últimos años, la del “tiempo de calidad” que dedicamos a nuestros hijos. ¿Es posible calidad sin cantidad?
Antes de contestar, primero habría que definir qué es “tiempo de calidad”. Quizá con esto desmonte toda la entrevista, pero es importante. Cuando me puse a investigar para preparar mis respuestas de la forma más veraz posible, sin caer en opinología, descubrí que existen varios mitos que se han construido en torno al estilo de crianza y parentalidad. Uno de ellos es lo del “tiempo de calidad”, pero es que otro de ellos es el del “cantidad de tiempo”.
En una cultura de la crianza intensiva se aboga por vivir la crianza como un “trabajo a tiempo completo”, y espero que no se malinterpreten mis palabras; en cualquier caso, respeto la decisión de los padres sobre la cantidad de tiempo que pasan con sus hijos siempre y cuando esto no haga daño a ninguna de las partes. Sin embargo, en un estudio longitudinal (esto es, que han medido a una misma muestra varias veces en el transcurso de los años) se vio que, a pesar de que cada vez pasamos más tiempo con nuestros hijos, esto no se traduce en ningún aumento en cuanto al correcto desarrollo de ellos como individuos, ni en su comportamiento ni en su crecimiento emocional. Es más, hemos llegado al punto de que estamos cayendo en el fenómeno de los padres y madres helicóptero, que sobrevolamos todos los aspectos de la vida y desarrollo de nuestros hijos, y esto se ha visto que provoca a la larga una menor capacidad de resolver problemas por ellos mismos.
Ahora, respondiendo a la pregunta. ¿Es posible calidad sin cantidad? Respuesta corta: No. Respuesta larga: No, pero no perdamos la vida dedicándola en exclusiva a nuestros hijos, porque a ellos les supone poco cambio o incluso será perjudicial, y a nosotros como educadores nos va a destrozar.
Con tiempo de calidad nos solemos referir a momentos de conexión, de juego, de risas, de dedicación exclusiva a los niños. Hay quienes dicen incluso que con media hora de tiempo de calidad al día con los niños es suficiente. ¿Qué opinas?
Opino que nos estamos liando. Parece ser que cuenta más que los padres y madres sean “accesibles” a los niños a que estén directamente con ellos dirigiendo el juego. Por eso apuntaba a que hay que definir qué es eso del tiempo de calidad. Se ha visto que el mayor aprendizaje se produce mediante el juego desestructurado, no dirigido. Nosotros podemos acompañarlos si nos lo piden, pero decirles a los niños a qué han de jugar o incluso peor, cómo jugar, no es bueno para ellos. Eso no quita que sean momentos divertidos, llenos de risa y juegos. Pero son ellos quienes deberían decidir a qué y cómo jugar. ¿Y en cuanto al tiempo? Yo dejaría el reloj en la mesita, si estamos por casa, estaremos accesibles, que, si quieren jugar con nosotros, que nos tengan a mano, pero como decía María Montessori, cuando un niño juega de forma espontánea, hay que evitar hasta el contacto ocular. Los niños quieren que estemos ahí, pero no necesitan que les dirijan el juego. El concepto de “Tiempo de calidad” mientras ellos juegan y nosotros leemos un libro es perfectamente compatible porque, insisto, lo que necesitan los niños es que estemos accesibles.
Mi duda es si con esta expresión de “tiempo de calidad” estamos matando la culpa de no poder dedicar tiempo, a secas, a nuestros hijos. ¿Qué opinas?
El estudio longitudinal lo que apunta es que en realidad la culpa la estamos intentando calmar con esa dedicación “full-time”. Se ha visto que en la actualidad pasamos mucho más tiempo con nuestros hijos ahora, que hace 50 años. Hace 50 años sólo trabajaba uno de los miembros de la familia, en la inmensa mayoría de casos el padre. La madre se dedicaba a tareas del hogar y la crianza, y sin embargo la media de horas semanales dedicadas a los hijos era menor que en la actualidad, cuyos ambos miembros de la familia trabajan. ¿Cómo es esto posible? Porque la madre estaba por casa, pero no estaba jugando con los niños. El salón de la casa no estaba tomado por kits de desarrollo psicomotriz al estilo waldorf ni se dedicaban a hacer los deberes con (o peor, en lugar de) los niños.
En una cultura de crianza dirigida por emociones, existe un sentimiento de culpa por no poder dedicar más tiempo, que ya hemos visto que en realidad no produce más beneficios, así que nos inventamos el tiempo de calidad. El problema es que ese “tiempo de calidad” sigue unos estándares de “calidad” (valga la redundancia) válidos sólo a ojos de los adultos, es decir, que estimule cognitiva, emocional o comportamentalmente.
Muchas veces, cuando hablamos de “tiempo de calidad”, parece que se deja fuera de ese tiempo otras cosas, como labores domésticas (hacer la compra, limpiar, cocinar…). Parece que hacer estas cosas con nuestros hijos no fuese tiempo de calidad. ¿Lo es? ¿Por qué lo es?
“Tiempo de calidad” es tiempo de juego, pero entendido en el sentido más amplio de la palabra. Incluir a nuestros hijos en tareas diarias puede ser un muy buen ejercicio educativo, además de un juego muy enriquecedor. Ir a comprar yogures, poner la lavadora, barrer, hacer la cena, puede que, a ojos adultos, no sea un juego, pero para los niños TODO es juego, aunque no incluya bloques de construcción, muñecas o balones. Así es como hacían nuestras madres, y nuestras abuelas, y nuestras bisabuelas. Lo que apunta al estudio es que ESE es el tiempo de calidad. pcer entre tres y cinco comidas semanales en familia es mucho más enriquecedor para la persona que media hora diaria de juego compartido con la mesa de luz o en clases de educación emocional, pero eso no se lo digas a las empresas que venden mesas de luz o tienen centros de educación.
Muchas veces he escuchado decir que es mejor calidad que cantidad. ¿Es mejor realmente el tiempo de un padre que dedica 15 minutos al día a jugar con sus hijos que el de otro que está toda la tarde con ellos, aunque gran parte de esa tarde la dediquen a hacer tareas (comprar, cocinar…)?
Pues parece ser, si hacemos caso a la ciencia, que si que es mejor calidad que cantidad. Ahora bien. ¿Cuál es la cantidad mínima de tiempo para que sea tiempo de calidad? ¿Se puede concentrar suficiente calidad en 15 minutos?
Si sólo estás 15 minutos en casa mientras tus hijos están despiertos, no está siendo accesible. Por lo tanto, 15 minutos de calidad no son suficientes. Ahí es cuando aparece el mito, normalmente abanderado por padres, varones, que trabajan fuera de casa gran parte del día, un poco para calmar la culpa y obtener el sello en el carnet de padre que certifica la presencia educativa. Nótese, por favor, la ironía. No se puede luchar con la realidad, y si me das a escoger entre educar y tener dinero para comer, prefiero el dinero.
Si sólo tienes 15 minutos al día, aprovéchalos, cuenta el cuento de antes de dormir. Siéntate al lado de tus hijas mientras observas como juegan a tomar el té con las muñecas, colabora con el castillo de bloques que están construyendo (sin caer en la tentación de decirles cómo se hace bien). Y cuando llegue el fin de semana, saca las bicis del trastero e id a darían vuelta por el parque, recoged piedras bonitas, extended una manta en el suelo y comed un sandwich. Eso es tiempo de calidad.
Por cierto. ¿Sabes qué es también tiempo de calidad? Lo que se apunta en la pregunta: comprar, cocinar, hacer tareas del hogar compartidas. De nuevo, estar accesible.
Dedicar media hora a los niños “de calidad” esconde en cierto modo una falta de presencia activa de los padres en la vida de los hijos, que el resto del día están sin ellos. ¿Puede tener consecuencias esta falta de presencia de los padres?
No parece haber consecuencias. El estudio longitudinal que he mostrado al principio apunta a que mientras que no sólo no estamos menos con ellos, sino que cada vez más y más tiempo, esto no ha venido asociado a ningún cambio en los niños. El aumentar la cantidad de tiempo viene provocado por un sentimiento de culpa por creer que no les estamos dando lo que necesitan, y sin embargo el sentimiento de culpa no desaparece. Pregúntale a cualquier madre y padre que vive esta crianza de forma intensiva sobre si desearían poder pasar más tiempo. Casi nunca estamos satisfechos (me incluyo, ojo) y sin embargo los datos apuntan a que el cambio es cero. No estoy diciendo que de lo mismo abandonar a los niños en una cuneta que estar 24/7 con ellos.
Estoy diciendo que deberíamos de dejar de sentirnos culpables por no pasar suficientemente tiempo con ellos, ya que NO hay consecuencias. Las opiniones y nuestras emociones pueden ser encontradas, pero la ciencia parece que apunta en otro sentido.
No obstante, suele haber consenso en la necesidad de tener esos momentos de conexión, de dedicación exclusiva a los niños: ¿por qué son importantes?
Este consenso no es científico. Al menos no parece que sea científico, porque los únicos datos que he encontrado (ojo, datos, no opiniones) apuntan como ya he dicho a que no es necesaria esa dedicación exclusiva. Ahora bien, como también he apuntado si que es necesario pasar tiempo con ellos de forma, no exclusiva, sino accesible.
Si entendemos así esa forma el concepto de “tiempo de calidad” (en contraposición al “tiempo de exclusividad”) entonces por supuesto que es importante.
Has trabajado con adolescentes. ¿Crees que estos tiempos de “calidad”, de dedicación exclusiva, adquieren mayor importancia si cabe en la adolescencia? ¿Cómo pueden aprovecharlos los padres?
Hasta ahora hemos hablado sobretodo de datos relacionados con niños de 3 a 11 años. En el momento de la preadolescencia y adolescencia, una queja frecuente es que no son tenidos en cuenta en casa, no se les escucha.
No existen cambios en cuanto a las necesidades, existen cambios a la hora de expresar esas necesidades. Los niños, preadolescentes, adolescentes, y adultos necesitamos sentirnos parte de la familia. Un niño de 3 años necesita ser cogido en brazos cuando se hace daño en la rodilla porque se ha caído, un niño de 8 años necesita contarte que ha conseguido un pokemon de fuego en un sobre de cromos o peinar las barbies porque van a una fiesta, un preadolescente de 13 años necesita jugar contigo al balón o a la videoconsola o maquillarse con las pinturas de mamá, un adolescente de 16 años necesita comentar contigo el último capítulo de esa serie de adolescentes que le apasiona.
En estos casos eso es tiempo de calidad. Comer y cenar juntos, comentar sus cosas, respetar los momentos en los que no quieren hablar. Comprender y no ser demasiado duros cuando se equivoquen. Los padres y madres somos educadores, y pasada cierta edad nos convertimos en meros acompañantes.
Yo personalmente adoro la fase de la adolescencia y se que es una fase tremendamente incomprendida. Nunca encontrarás a una persona adulta más auténtica (emocionalmente hablando) en ningún otro momento de su vida. Si actualmente estamos en un momento en el que se está revalorizando la figura del niño. Espero que el siguiente paso sea el de revalorizar al adolescente.
Fuente: https://centrobaeza.es/2018/02/07/metodo-grow-54-tiempo-calidad-cantidad-tiempo/ <Más información>
Nota: La nota inicial y/o párrafos con letra subrayada son de personal de la Fundación.