Testimonio interes universal de las parejas
TESTIMONIO DE INTERES EN PERMANECER UNIDAS
¿Quieres que tu amor dure 75 años? Eulogio de 100 años y Martina de 95 tienen el secreto. Él tiene 100 años y ella, 95. Llevan 75 años juntos y se miran como el primer día.
De J.G. tegmann SEGUIR MADRID Actualizado:13/02/2017
Eulogio Martínez Navarro tiene 100 años. Está apoyado en su bastón del que no parece depender demasiado. Va elegantemente vestido, chaqueta gris oscura a juego con los pantalones, camisa a rayas y corbata azul.
Detrás de él, como si velara por sus pasos, aparece Martina Abian Cebollas, de 95 años, tan elegante como Eulogio, con chaqueta azul, camiseta beige, un prendedor dorado y un collar de perlas. «Esta es mi chavala», dice Eulogio y ella rompe a reír.
Este año cumplen 75 años de casados. Sí, 75. La boda se celebró un 26 de noviembre de 1942 y desde entonces, jamás se separaron. Se sientan juntos en el sofá y hasta el más despistado no ignoraría que para este matrimonio no ha pasado el tiempo, o por lo menos, el amor, la complicidad y las caricias.
Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2015 se produjeron en España más de 100.000 separaciones, divorcios y nulidades de matrimonios. Pero no hacen falta las estadísticas para sorprenderse por la «longevidad» de esta relación. La pregunta obligada, tanto para los que creen como para los que reniegan del matrimonio, es cómo es posible tener el mismo compañero, y más importante aún, seguir amándolo, durante 75 años. La respuesta, de ambos, es contundente: «paciencia». Y sobre todo: «quererse mucho». Parece fácil, ¿no? Para ellos sí. Martina lo que no entiende es precisamente lo contrario. «¿Por qué ahora la gente solo llega a los tres meses, o a los dos años? Siempre se discute, cómo no, y más estando tanto tiempo juntos, pero hay que tener paciencia».
Eulogio nació en Taravilla, Guadalajara y Martina, en Baños de Tajo, en la misma provincia. «Nos conocemos desde críos, nuestros pueblos estaban muy cerquita, vivíamos a unos tres kilómetros de distancia, yo iba a Baños a la carnicería o a comprar leche y Martina también venía a Taravilla. Cuando surgió el amor, ya fue otra cosa, yo iba para verla», cuenta Eulogio.
Al cumplir ella 18 y él 23 se hicieron novios. «Le pedí que tuviéramos una relación y me di cuenta que ella lo estaba deseando», cuenta Eulogio con un humor arrollador. «Sí es cierto, a mí me gustaba mucho, era muy guapo, muy formal, me encantaba, ¡tiene cien años y mira cómo está!», cuenta Martina, que también supo enamorar rápidamente a su esposo. «Es un poco pequeñita, pero me gusta toda, de arriba a abajo», reconoce mientras su hijo Santos, escucha y suelta una carcajada incontenible.
Eulogio empezó a viajar con frecuencia a Baños, una vez que los padres de Martina le dieron el visto bueno a la relación. «Me contestaron inmediatamente que sí, sabían que donde echaba el ojo no me equivocaba», dice ella.
Al año, se casaron. «Fue un día muy grande, como para todos los novios que se casan enamorados, no como ahora, que se casan solo para cambiar de pareja», dispara Martina.
El noviazgo empezó a crecer, iban al baile cuando las obligaciones lo permitían, Eulogio trabajaba en el campo y Martina hacía pan y todo lo que podía para sacar adelante a su familia porque su madre estaba enferma.
«El mundo de ahora es un estropajo»
Al año de estar juntos, se casaron. Pero la vida de ambos cambió cuando Eulogio ingresó en la Guardia Civil. «Ingresé de guardia pelado, pero luego ascendí, hasta que una vez jubilado me nombraron teniente honorífico».
A partir de ese momento empezaron a viajar, con cada ascenso cambiaban de destino y con ellos, llegaba un nuevo hijo. Tuvieron siete en total (más 16 nietos y 19 bisnietos). «Lo acompañé a todas partes», cuenta Martina.
Para ella estar al lado de su marido toda la vida era natural, por eso no entiende a la sociedad actual, ni lo efímeras que son las relaciones: «El mundo de ahora no es mundo, es un estropajo, la gente no se aguanta una, a la primera se acaba».
Juntos recorrieron media España: «Vivíamos en los cuarteles y cuando no había, en casas particulares» y el matrimonio transcurrió sin sobresaltos. «No tuvimos etapas de más o menos acercamiento, de mayor o menor intensidad, cuando discutíamos, al otro día ya estábamos contentos».
Por aquel momento, no había dinero para hacer planes, ni para viajar, ni para ir al cine. «Ganaba muy poco pero no lo dice porque le da vergüenza», provoca Martina. «Concretamente, 333,33 pesetas y luego fue aumentando», dice él. «¡No era nada!», interrumpe ella.
Cuando se les pregunta si podrían vivir el uno sin el otro, ella suspira. «No», dice Eulogio tajante. «Yo tampoco, de verdad», añade ella. Y se hace un silencio. Su hijo Santos cuenta que recientemente operaron a Martina de la cadera y Eulogio no pudo esperar mucho tiempo sin verla. Al reencontrarse en el hospital, después de la operación, parecía que todo volvía a empezar. «La besé, claro, pero al final ¡me pegó el constipado!», bromea. «Yo me muero con él»
En este matrimonio nunca existió el «estar por estar», la comodidad. Si llegaron a las bodas de platino no fue porque les ganó la rutina, sino por la necesidad de estar juntos. «No podemos estar el uno sin el otro», zanja Martina. Esa unión es la que han querido transmitirle a su familia. «El valor del esfuerzo, el del trabajo y la unidad familiar», cuenta orgullosa su hijo Santos.
Hoy celebran San Valentín. Como celebran cada aniversario. También, han sido premiados por Encuentro Matrimonial, un movimiento católico que reconoce las uniones más duraderas. No hay dudas del amor, pero ¿de la pasión? «Yo ya no sé lo que es eso», dice Eulogio riendo. Sin embargo, siguen durmiendo juntos. «Pero a veces me empujas», le reprocha él.
Este matrimonio no piensa en el final, «aunque yo preferiría irme antes para que ella pueda disfrutar y buscar otro», dice Eulogio. Martina ríe pero admite: «Yo me muero con él, no hay otro igual».