“Amable” significa “digno de ser amado”. Eso se traduce como ser cortés, atento y afectuoso con los demás, imprescindible a la hora de vivir en pareja y, por eso, nos preocupamos de comportarnos de manera amable al principio y durante el pololeo.
Sin embargo, la vida diaria y la rutina nos absorben y nos descuidamos, dejando nuestra relación como un asunto de segunda prioridad: ¡gran error! Una relación de amor se construye constantemente y nunca es una obra terminada. Entonces, surge la necesidad de buscar estrategias, hábitos que nos ayuden a ser amables en la vida diaria. Por ejemplo:
- Usa las “palabras mágicas”: “buenos días”, “buenas noches”, “por favor”, “gracias”, “perdón”, …
- Ten buenas actitudes: dejar pasar, abrir la puerta, …
- Esfuérzate por mantener una buena presencia, arréglate un poco.
- Sorprende al otro con “un regalito”.
La amabilidad demuestra autocontrol y respeto al otro, pero, cuidado, el exceso de amabilidad puede resultar molesto y la amabilidad forzada se percibe como hipócrita.
La amabilidad puede ser buena para un momento agradable o ser la antesala de una relación más comprometida, profunda …, pero nunca para manipular, inducir a engaño o buscar reconocimiento.
La buena noticia es que nadie nace amable, sino que se aprende y desarrolla al sociabilizar. Conservar las formas amables en toda ocasión, ayuda cuando el diálogo se encuentra en un momento difícil.
Para reflexionar responde las siguientes afirmaciones.